... de otros datos


Otra vez me encuentro delante de la pantalla del ordenador rellenando los mismos datos para entrar en otra página web que necesita suscripción. Tendría que haber contado las veces que he registrado mi nombre, apellidos, dirección, dirección email, nick, password y confirmación de password para darme de alta en webs que seguramente no volveré a visitar en la vida.

Está de moda eso de hacer “minería de datos”, extraer información relevante de los datos que cualquier usuario deja en su recorrido cotidiano por grandes superficies, centros comerciales y evidentemente Internet. Con nuestra voluntaria participación en redes sociales y la aportación de detalles en nuestro perfil social, estamos sirviendo en bandeja datos que cualquier “minero” empleará para descubrir nuestros hábitos de vida o de consumo.

Pero hoy no toca hablar de ese tipo de “minería”. Hoy toca usar el pico y pala para encontrar algún grano de arena, o con suerte una pepita de oro, en la inmensa montaña que construimos en nuestra vida cotidiana. O mejor, realizar tareas de alquimia y convertir cualquier grano de arena, cualquier situación normal, en pepita de oro.

Clase de alquimia para “dummies”, en cuatro pasos:

1.-Sentir: La arena está ahí, todo depende de tener la determinación de verla.

2.-Saltarse las reglas: La rutina, por desgracia, nos lleva a no apreciar lo verdaderamente importante.

3.-Jugársela: El que no arriesga no gana. “Dentro de 20 años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste. Así que suelta amarras, navega lejos de puertos seguros, coge los vientos alisios. Explora. Sueña.”( Mark Twain)

4.-Merece la pena: ”Solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida” (Albert Einstein)

Me viene a la memoria un cuento que leí, hace ya muchos años, en un libro recopilatorio de Anthony de Mello. Sé que éste y otros muchos relatos me hicieron valorar lo que siento y pienso, y con ese mismo ánimo me tomo la libertad de transcribirlo.



El batallón se había replegado del campo de batalla a un refugio. La contienda era cruelmente combativa. El soldado, muy triste, pidió permiso a su oficial para rescatar al amigo del alma que no había regresado:

- "Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para ir a buscarlo".

- “Permiso denegado, soldado. No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto”

El muchacho no encontraba consuelo y sentía una necesidad poderosa de buscar a su compañero.

Siguiendo un impulso superior se escapó sin autorización. Al poco tiempo regresó mortalmente herido, arrastrando con gran esfuerzo el cuerpo de su querido amigo. El oficial lo recibió furioso:

- “¡Ya le dije yo que había muerto!¡Ahora he perdido a dos hombres! Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?”

- "¡Claro que merecía la pena, señor!. Cuando llegué, él todavía estaba con vida, maltrecho. Cuando me vio, su rostro se iluminó, y alcanzó a decirme en voz baja:

- "¡Mario... estaba seguro que me vendrías a buscar!"... y murió.



Que cada cual saque sus conclusiones.