... de tomar asiento


En el comedor de mis abuelos, en un pequeñísimo pueblo de la provincia de Salamanca, en la Castilla profunda, las sillas eran todas distintas; las había altas, bajas, cojas, sin cojera, con asiento de mimbre o macizas. Cuando nos sentábamos a comer, cada uno de los comensales tenía una perspectiva bien distinta de la mesa. Si tenías suerte y ocupabas una silla de las altas, podías resultar, aparentemente, más alto que tu hermano mayor y obtener cierta ventaja posicional frente a las personas y los alimentos distribuidos en la mesa. Y si por fortuna ocupabas la más alta y erguías la espalda, podías llegar a sentirte como un rey entronizado mirando a tu corte y sintiendo la envidia en los ojos de hermanos y primos que deseaban arrebatarte toda la autoridad.

Hoy es difícil encontrar un comedor donde las sillas no sean todas iguales y estén armoniosa y milimétricamente situadas alrededor de la mesa. Tanto si proceden de Ikea como de  Roche Bobois todas están formadas y uniformadas como si fuesen los soldados de un batallón custodiando la mesa. Los tiempos han cambiado, y mucho. Hemos pasado en unas pocas décadas de un consumo artesano a un masivo consumo de productos masivos.

En los últimos años la “guerra” se está librando en el consumo de contenidos, los formatos digitales han revolucionado el campo del cine, la música y hoy en día el mercado editorial. Los avances tecnológicos no han supuesto una desaparición de contenidos si no la propagación de éstos en nuevos formatos y medios. Internet, el “mp3”, los codecs de video, y ahora los diferentes formatos de ebooks, no revolucionan, de momento, el contenido, si no la forma de consumirlos.

Una película no es mejor o peor por verla en el cine o en el salón de tu casa. Una canción no es mejor o peor por oírla en un concierto o en un mp3 del Carrefour. Un libro no es mejor o peor por leerlo en papel o en un ebook. La experiencia puede ser distinta, pero el contenido es el mismo.

Hace un par de años que no consumo ni descargo música “comercial”, con Jamendo he descubierto compositores que colman sobradamente mis gustos musicales (Roger Subirana Mata, Kendra Springer, Greendjohn,…), con TED o los documentales de youtube voy servido audiovisualmente hablando, y mediante twitter he conocido no sólo la obra de un autor vivo si no también sus aparentes inquietudes.

Esa cercanía que ofrecen los medios actuales, entre autor y consumidor, es el valor añadido que distingue en los tiempos modernos los diferentes productos y lo que personaliza la experiencia en el consumo. No espero que los productos sean ni más ni menos, si no que sean más o menos artesanos, únicos y personales, que tenga una experiencia única y personal de un producto masivo, que me siente en la silla y pueda ver la mesa desde un punto de vista único.

Tomemos asiento … la fiesta no ha hecho más que comenzar. La auténtica revolución no está en los medios, está en el contenido.


Publicado en endos.zero (nº5)

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